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Doña Belén, no sé por qué, su comentario me reconforta y retrotrae a la infancia. Entonces me sumergía (”à poil”) medio minuto eterno en las aguas del mar de mi tierra, en MONTE LOURO, para aflorar glorioso y más desnudo.
Total, de Tokio a Venezuela, lo suyo, un cuarto de piscina o un saltito de rana.
Encantado.
sábado, 8 de noviembre de 2008
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