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¿NORMALIZACIÓN LINGÜÍSTICA DEL GALLEGO?
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A la búsqueda de otros horizontes de actuación
Normalización del gallego y continuismo político
Isaac Lourido
Diagonal
Recientes estudios sociolingüísticos confirman la drástica pérdida de hablantes del idioma propio en Galiza, asentada sobre todo en la juventud y los habitantes del medio urbano. Surgen voces e inquietudes dirigidas a establecer nuevos marcos de análisis.
La minorización histórica de la lengua gallega persiste en la actualidad, consecuencia del tradicional empeño de las instancias de poder en sustituir ese idioma por el castellano. Nuevos respiraderos buscan revisar, con espíritu crítico, las prácticas normalizadoras llevadas a cabo (indiscutiblemente fracasadas) e intentar abrir otros horizontes de actuación. Séchu Sende ha consagrado a esta misión su libro Made in Galiza (Xerais, 2007), un conjunto de textos breves, de pretensiones literarias, con un carácter pedagógico que ha favorecido su éxito de ventas y cuyo espíritu se resume en el lema : Eu nunca serei yo. El ensayo A impostura e a desorientación na normalización lingüística (Candeia, 2008), de Xosé Manuel Sarille, repasa las iniciativas oficiales para extender el uso del gallego a todos los ámbitos, fundamentalmente desde la implantación de la Lei de Normalización Lingüística (de 1983). El predominio de mayorías derechistas en el poder autonómico vació de sentido el contenido de la ley y, en definitiva, se dedicó a crear instituciones ineficaces y a hacer bandera de la farsa del bilingüismo armónico, cediendo el protagonismo a las organizaciones de la precaria sociedad civil que alimentó el penúltimo cambio de gobierno (en junio de 2005).
Entrecruzado con el proceso errante de normalización, el llamado debate normativo enfrenta a los partidarios de la normativa oficializada, próxima en sus prescripciones a la ortografía del castellano y defendida por la Academia y por el Instituto da Lingua Galega, contra los defensores de una normativa convergente con los padrones oficiales de la lengua portuguesa, cuya organización más representativa es la Associaçom Galega da Língua. Frente al autonomismo de la primera opción, ya con varias décadas de vigencia, la segunda tiene dos vías de refuerzo, pese a su marginación : la indiscutida unidad de lo que se conoce como portugués y gallego desde un punto de vista filológico, y la integración del gallego en el tronco lingüístico internacional de la lusofonía como acicate para su supervivencia.
Tal y como refiere Sarille, los obstáculos para superar el desinterés de la Xunta nacieron en la inoperancia de las políticas lingüísticas dispuestas en los ámbitos municipal e institucional, dejadas en manos de personas sin la formación necesaria para tales tareas, sin olvidar que el debate normativo acabó por trascender la divergencia estratégica para alcanzar el enfrentamiento político. En cierto modo, la discordia fue y es aprovechada por algunos sectores para hacer olvidar el verdadero centro del debate : el proceso de sustitución castellano- gallego, ligado a la perpetuación de unas estructuras de dominación que sangran en la realidad diglósica. La falta de interés, cuando no su hostilidad, de los partidos estatales por la cuestión normalizadora concede a los sectores nacionalistas la responsabilidad en este campo. Con todo, la cesión de la Secretaría de Política Lingüística al PSOE supuso, en la práctica, la renuncia del BNG a afrontar políticas realmente eficaces en este ámbito, prolongando su actuación a nivel municipal.
Poco o nada ha cambiado con el nuevo gobierno, si exceptuamos el incremento de los presupuestos destinados a la promoción del gallego (un millón de euros en la campaña E logo) y la toma de conciencia en espacios alternativos de la necesidad de proponer nuevas formas de planificación que los políticos no están teniendo la valentía de asumir.
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domingo, 9 de noviembre de 2008
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