viernes, 18 de diciembre de 2009
no me agüen la fiesta.
Quiero sumarme a la lista de los defensores de la “fiesta nacional” con un argumento de muchísimo peso: Los animales – exceptuemos la obviedad del hombre, que lo es, pero racional de pies a cabeza -, que yo sepa, no guardan rencor ni verbalizan dolor alguno; porque, naturalmente, no sufren y, en su ignorancia supina, hasta lo pasan bien cuando se los humilla, castiga, violenta y apura. Todos hemos visto al toro bravucón brincar de la plaza al tendido. Y suma y sigue…
¿Quién defiende al pobre espectador en peligro? ¿Cómo restablecer la dignidad humana, el buen orden jerárquico y el canon de belleza? En esto nadie piensa. Pues se merece un guiño.
Yo lo tengo muy claro: Por favor, no me agüen la fiesta.
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